viernes, 19 de septiembre de 2014

La defensa del territorio en los primates

Los paleoantropólogos creen que el acontecimiento que provocó nuestra separación del resto de los antropoides (chimpancés, gorilas, orangutanes) se produjo cuando los bosques de África empezaron a clarearse y apareció la hierba de la sabana. Este largo proceso pudo comenzar hace unos 6 ó 7 millones de años o incluso más, como consecuencia de un cambio climático a escala planetaria, que se vio agudizado en África debido a la apertura del Gran Rift del este, que generó una barrera climática que aceleró el avance de la sabana al este de la gran brecha, diferenciándose dos zonas con régimen climático y vegetación diferentes. Los frentes lluviosos del oeste descargaban las precipitaciones ante la influencia del gran relieve de la vertiente occidental del Rift. Al otro lado, la aridez reducía las áreas boscosas, limitándolas a manchas aisladas y distantes entre sí, inmersas en una sabana cada vez más extensa.
Desde que divergimos con la evolución de los chimpancés, éstos apenas han variado morfológicamente y tampoco han variado de forma significativa su nicho ecológico. Tanto los chimpancés salvajes actuales como nuestros ancestros comunes con ellos compartían la vida en los árboles, desplazándose de rama en rama y de árbol en árbol, recolectando vegetales y frutos principalmente. Los huesos fósiles de homínidos más antiguos, como Ardi o Lucy, son muy similares al de los chimpancés actuales y, por último, para apoyar nuestra homología, hay que decir que los chimpancés de África occidental y oriental son difíciles de distinguir entre sí, a pesar de aproximadamente un millón y medio de años de evolución separada. 
Por ello, si los chimpancés son nuestros parientes más cercanos, resulta tentador analizar su comportamiento en la defensa del territorio para establecer analogías con nuestros ancestros, ya que teóricamente debían de ser muy parecidos. Para ello disponemos de un interesante trabajo llamado "Correlación de Conducta de Límites Territoriales en Chimpancés Salvajes", de John Mitani, profesor de Antropología de la Universidad de Michigan y David Watts, de la Universidad de Yale. Según observaron en una comunidad de alrededor de 150 chimpancés en Ngogo, del Parque Nacional de Kibale y Uganda (África), los chimpancés forman patrullas para marcar su territorio, y cuantos más machos haya en el grupo, mayor es el número de rondas que realizan. Los investigadores mantienen la hipótesis de que hay cinco factores que pueden influir en la frecuencia de las patrullas de vigilancia: disponibilidad de comida, actividad de caza, presencia de hembras en celo, presión de intrusos y número de machos en el grupo. Para comenzar la vigilancia, un grupo de machos se levanta sin dar ningún tipo de advertencia o señal, forma una fila ordenada y se aleja silenciosamente. Si los patrulleros son más en número, iniciaran el ataque contra los posibles intrusos, explica Mitani, y si son menos numerosos, se retiraran sigilosamente al centro del territorio. La comunidad científica sabe, desde hace unos 25 años, que existen ataques fatales entre chimpancés y que incluso se dan casos de canibalismo, pero lo que se mostró en este trabajo son las razones para la frecuencia de las rondas y la agresión. Así se pudo saber que las patrullas de vigilancia ocupan alrededor de dos horas de un día de trabajo de doce horas, normalmente.
Posteriormente, en abril de 2010, estos mismos investigadores junto con Sylvia Amsler de la Universidad de Arkansas, publicaron otro estudio en la revista 'Current Biology' titulado “La agresión letal intergrupal conduce a la expansión territorial entre los chimpancés salvajes”. Los investigadores se centraron en la observación, durante diez años, de esa misma comunidad de chimpancés de Ngogo. Documentaron lo que podríamos llamar el estallido de una “guerra” entre comunidades de chimpancés. Vieron que los chimpancés forman patrullas con otros miembros de su especie para hacerse más fuertes, expandir su territorio a costa del de sus vecinos y reclutar nuevas hembras para su comunidad. Y para lograrlo, no dudan en matar a sus rivales. En total, presenciaron 18 ataques mortales y encontraron pruebas de otras tres muertes violentas, lo que representa un porcentaje de mortandad mucho más alto que el estimado para las contiendas entre poblaciones humanas o entre el resto de las comunidades de chimpancés que se han estudiado hasta hoy.
Durante el verano de 2009, los chimpancés de Ngogo comenzaron a “conquistar” las tierras en las que se produjeron dos terceras partes de los ataques. Habían logrado ampliar su territorio en un 22%. Los investigadores observaron que los nuevos inquilinos exploraban la nueva zona, ya libre de los chimpancés vecinos, socializaban y se alimentaban de las frutas que encontraban en su nuevo hogar recién conquistado, de forma parecida a como lo hacían en la zona central de su propio territorio. 
Según sus autores, con este trabajo se aportaron evidencias que apoyan varias hipótesis. En primer lugar, que a mayor número de machos en el grupo, más posibilidades de ganar al grupo rival, ya que el porcentaje de machos era excepcionalmente alto en la comunidad de Ngogo.
En segundo lugar, que las agresiones no tienen nada que ver con la intervención humana, como algunos estudios previos habían sugerido. La célebre primatóloga Jane Goodall, la primera en observar ataques mortales, utilizó comida para ganarse la confianza de los animales, lo que hizo que algunos investigadores pensaran que alimentarles podría afectar su comportamiento. Sin embargo, el equipo de Mitani no los alimentó en ninguna extensión.
En tercer lugar, que el matar a sus congéneres vecinos es un comportamiento adaptativo, ya que, si bien confiesan no conocer cuál es el verdadero motivo de la agresión intergrupal –si es la usurpación de los alimentos o es para la incorporación de nuevas hembras al grupo– en cualquier caso, se produce una mejora en las expectativas de supervivencia y de procreación del grupo vencedor, a expensas del grupo vencido.
Y en cuarto y último lugar, sugieren que se muestra un comportamiento de cooperación, ya que un grupo de chimpancés se une para atacar a otro y como consecuencia de esta acción, obtienen más tierra y recursos que posteriormente son distribuidos entre los miembros del grupo, es decir, el factor selectivo provocado por la agresión intergrupal puede ser superior al coste de la cooperación entre los individuos dentro del grupo.
























En la figura A: Se aprecia el polígono convexo mínimo (MCP) que representa el territorio de la comunidad Ngogo durante 1999-2008 y las 114 patrullas de límites fronterizos observadas en ese mismo periodo. En la figura B se representa la expansión territorial de 2009 como añadido al noroeste de la MCP, y los lugares de los ataques mortales.
Éstos enfrentamientos intergrupales, que son muy semejantes a las CTAs descritas para los homínidos, si bien existen, son y han debido de ser poco frecuentes, porque los chimpancés prácticamente no han variado de nicho ecológico desde su separación filogenética de nuestros ancestros. Al contrario que los homínidos, siempre han tendido a vivir en hábitat donde la alimentación es más fácil de encontrar, de manera que no es necesario separarse del grupo principal, evitando enfrentamientos. De tal forma que si las comunidades de chimpancés estudiadas son aprovisionadas artificialmente en alguna extensión, las posibilidades de muerte violenta por un enfrentamiento intergrupal es menor que si no son alimentados por los observadores, como ocurrió en la comunidad de Ngogo, y de ello, es fácil inferir, que si la cubierta vegetal va desapareciendo, como ocurrió entre los primeros homínidos, ante la falta de recursos renovables las CTAs pueden ser tan frecuentes que lleguen a significar una presión selectiva mayor que la propia Selección Natural.
En este sentido, los estadounidenses Richard Wrangham y Dale Peterson, en su libro “Demonic Males”  concluyeron que el realizar incursiones mortales en el territorio de los vecinos para matar a enemigos vulnerables, “… sólo se conoce entre los chimpancés y los humanos". Estas incursiones son posibles porque los seres humanos y los chimpancés, a diferencia de la mayoría de los mamíferos sociales, a menudo se alejan del grupo principal. Los bonobos (Pan paniscus), tan cercanos evolutivamente a los humanos como los chimpancés, tienen muy pocos casos de violencia intergrupal, por que tienden a vivir en hábitat donde la alimentación es más fácil de encontrar, de manera que no es necesario separarse.

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