La mayoría de los animales marcan su territorio con orina, olor corporal, feromonas, marcas físicas, bramidos, etc. Se trata de un comportamiento preservado por la evolución, que ha mostrado ser eficaz por que se ha extendido entre casi todas las especies. Las marcas disuaden a los intrusos, evitando enfrentamientos.
Muchas y muy variadas son las formas en la que se marcan los territorios en la Naturaleza, incluso dentro de las costumbres de cada especie y de cada individuo, las formas de marcación pueden variar, pero lo que es invariable es la finalidad de este comportamiento. Los animales pretenden disuadir a sus adversarios que compiten por el alimento, por las parejas sexuales o para la defensa de las crías. Cada vez que un animal se introduce en un territorio marcado por otro, sabe que en cualquier momento puede ser atacado y expulsado. Si se ha introducido accidentalmente, procurará alejarse lo más rápidamente posible. Es decir, las marcas territoriales evitan enfrentamientos.
Pero los primeros primates nómadas no tenían un territorio fácilmente delimitable que se pudiera marcar como propio. Los restos fósiles e incluso nuestra propia anatomía heredada corroboran esto: no tenemos ni hemos poseído la especialidad en los órganos ni las conductas propias que posibiliten la marcación de un territorio. Incluso se ha reducido la prevalencia en la función del olfato entre los primates, tan necesaria para la marcación. Además, sería imposible marcar manadas de animales salvajes o territorios de frutos de temporada, por su variabilidad en el tiempo y en el espacio. Algunos consideran que si se marcaban físicamente las cuevas, las fuentes y los lugares habituales que se ocupaban de forma temporal, como demuestra la conducta heredada de realizar pinturas rupestres, aparecidas en sitios dispersos, como en Altamira o en la Baja California, pero, en todo caso, estos lugares debían de abandonarse cuando comenzaban las migraciones de animales o los cambios estaciónales. Por tanto, en estos protohumanos no existía un mecanismo inhibidor de la lucha como es la marcación de los territorios.
John Maynard Smith define la estrategia evolutivamente estable (EEE) como una política de comportamiento preprogramada que, si la mayoría de toda la población de individuos la adopta, no puede ser mejorada por una estrategia alternativa, cualquier individuo que se desvíe de la EEE será penalizado por la evolución. Una EEE típica es la defensa territorial que antes hemos comentado y que podría definirse así: “Si eres un residente, ataca; si eres un intruso, retírate” donde el residente es el primero que ha llegado y ocupado el territorio. Como se supone que los residentes tendrían una ventaja práctica sobre los intrusos, como pudo ser un mejor conocimiento del terreno, o que el intruso esté más cansado, o desconozca cuales son los beneficios si gana…, en cualquier caso la estrategia de la defensa territorial se hizo rápidamente mayoritaria entre todas las poblaciones, es decir, se convirtió en una EEE. Según Smith, si un individuo sigue esta EEE, suponiendo igual probabilidad de encontrarse con un intruso o con un residente, ganaría la mitad de sus batallas y perdería el resto, y lo que es más importante, como todas las disputas quedarían inmediatamente zanjadas por una convención arbitraria, nunca resultaría herido y nunca perdería el tiempo en una larga disputa sin beneficio. En cambio, si el individuo en cuestión adopta la estrategia de atacar siempre, solo ganará cuando el contrincante es un intruso, y si es un residente correrá un grave riesgo de resultar herido. Como promedio obtendrá un resultado peor que los individuos que aceptan la EEE. Por tanto, la evolución premia a los que siguen la EEE.
Aplicando esta teoría a nuestro caso en concreto, lo que pudo ocurrir es que nuestros ancestros, al cambiar de nicho ecológico, de arborícolas a nómadas, continuaron con la misma EEE, “si somos más numerosos, atacamos, si no, nos retiramos” que aun mantienen los chimpancés salvajes. Lo único que cambió fue la consideración subjetiva que cada grupo tenía de su propio territorio y la frecuencia de las CTAs. Tanto la expansión territorial como las migraciones periódicas provocaron que el territorio que cada grupo consideraba como propio tuviera que aumentar de tamaño paralelamente a la deforestación. Los clanes que periódicamente trashumaban se consideraban a sí mismos siempre residentes y los individuos que aplicaban esta convención de “si somos más numerosos, ataca, si no, retírate” eran la mayoría, era la norma establecida, la EEE, y las desviaciones de ella serían penalizadas, según Smith.
Existe otra estrategia, más agresiva aún, la de “ataca siempre”, a la que Maynard Smith llama estrategia paradójica, porque implica una tendencia inherente a la autodestrucción. Según dice, cuando prevalece una estrategia paradójica en cualquier población, los individuos luchan permanentemente para nunca ser sorprendidos. Aparte de los costes de tiempo y energía que la aplicación de esta EEE supone, se llega a la desaparición de la categoría de “intruso”.
Nuestra EEE también supone la desaparición de la categoría de “intruso”, porque cada clan se consideraría como legítimo propietario de los lugares de estancia temporal y de las fuentes de agua que conquistaron en años anteriores y tuvieron que abandonar. Los clanes que no se consideraban residentes, o lo que es lo mismo, aquellos grupos que no consideraban suyas las conquistas anteriores por que no tenían un sentido de la propiedad muy arraigado, eran penalizados por la evolución, de ahí que, en la actualidad, la propiedad privada sea un atributo tan marcado en nuestras vidas desde que nacemos. Y lo mismo ocurriría con los clanes poco numerosos o débiles que nunca atacaban o que cuando eran atacados se retiraban perdiéndolo todo, con lo que llegaría su declive y extinción sin remedio.
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