viernes, 19 de septiembre de 2014

Menos árboles, más contiendas territoriales

Las publiselvas ancestrales, como las actuales selvas ombrófilas, debían de ser selvas tropicales con elevadas temperaturas medias y muy lluviosas. Se caracterizan por ser un ecosistema con una gran riqueza y variedad de especies y de gran interés porque su biodiversidad es fuente de muchos recursos y, aunque hoy ocupan menos del 7% de la superficie de las tierras emergidas, contienen más del 90% de las especies animales y vegetales del mundo. Una hectárea de pluviselva tropical puede contener varios centenares de especies arbóreas. El suelo de estas selvas es muy pobre en comparación con la riqueza de vida que soporta, ya que la rápida descomposición bacteriana impide la acumulación de humus y la mayor parte de los sustratos solubles son arrastrados por las lluvias. Los nutrientes se encuentran sobre todo en los seres vivos y no en el suelo, por eso, como en las selvas actuales, serían comunes las especies epifitas (planta que crece sobre otro vegetal usándolo solamente como soporte, pero que no lo parásita). Cuando este ecosistema es destruido su recuperación es muy difícil porque el suelo desnudo se hace costroso y duro, sufriendo un proceso de laterización.
En las publiselvas, la distribución desigual de los árboles frutales y el calendario irregular de su fructificación se traducen en una gran fluctuación de la cantidad de fruta disponible en cada territorio, que según Michael P. Ghiglieri, incide notablemente en la organización social del chimpancé salvaje actual. Éstos se desplazan en busca de alimentos en bandas restringidas y poco uniformes de 3’6 miembros de media, aunque algunas veces están formadas por más de 20. Mientras mayor es la copa del árbol, mayor la cantidad de alimento y mayor el número de primates que pueden comer durante más tiempo. Y pensamos que no debió de ser muy diferente el comportamiento alimentario de nuestros ancestros comunes.
La pérdida paulatina e inexorable de árboles se debió de producir de forma parecida a la alopecia androgénica en un varón: primero irían menguando las copas de los árboles y los frutos disponibles, a la vez que desaparecerían las especies arbustivas más vulnerables a la aridez, disminuyendo la densidad de árboles, después aparecerían múltiples “calvas” que progresivamente aumentarían en tamaño y cantidad, terminado por agregarse unas a otras. Y si comprendemos que el hábitat arbóreo puede albergar un mayor número de simios, por ser un espacio tridimensional de varias capas, en contraposición al de sabana, que es lineal, podemos suponer que éste cambio debió de suponer una fuerte presión selectiva.
La progresiva deforestación y la escasez de árboles no solo provocó la disminución de los recursos, también hizo que el último ancestro común de chimpancés y humanos, al verse su espacio vital disminuido, tuviera que aumentar su territorio de abastecimiento incrementando los desplazamientos, tanto en cantidad como en longitud. El primate arborícola se convierte en primate nómada. Y esto supone a su vez un hecho fundamental para nuestra posterior evolución: el aumento progresivo de los enfrentamientos entre grupos de homínidos.
Efectivamente, por un lado, la única forma de expandir el territorio propio es a expensas del territorio de los grupos colindantes, generando progresivamente un mayor número de conflictos por las lindes. Por otro lado, el aumento de desplazamientos también genera un incremento paralelo de los encuentros con otros grupos, que serían violentos en la mayoría de los casos, ya que todos competían por unos recursos cada vez más escasos, y todos debían de pasar por cuellos de botella geográficos en intervalos temporales parecidos, como cruzar ríos y atravesar montañas por sitios apropiados para ello. Esto es precisamente lo que ocurre en las migraciones de las especies salvajes actuales, que no debió de ser muy diferente ancestralmente porque la migración de los animales parece ser un fenómeno instintivo, donde intervienen mecanismos neurofisiológicos heredables y adquiridos por un largo proceso de Selección Natural.
Y por último, otro elemento dinámico que provocó, per se, el aumento de las CTAs sería la escasez progresiva de los recursos alimenticios y del espacio vital. El analista militar Stanislav Andreski sostiene que el elemento desencadenante de la mayoría de las guerras modernas es el hambre o, incluso, un simple descenso del nivel de vida habitual. Por su parte, los antropólogos Carol y Melvin Ember pasaron seis años realizando estudios sobre los periodos previos al inicio de las guerras de los años ochenta en 186 sociedades preindustriales. Y llegaron a la misma conclusión, la causa más común de la guerra era el miedo a las privaciones. En 1993, los politólogos Thomas F. Homer-Dixon, Botwell y Rathjens dijeron, refiriéndose a los últimos conflictos mundiales, que existían relaciones causales significativas entre carencia de recursos renovables y violencia.
La clave debió de estar en el ritmo de pérdida de la masa arbórea. Aunque la mayoría de los registros físicos que documentan la evolución del paisaje en África se han perdido con el tiempo, algunos estudios sobre etapas relativamente recientes afirman que la transición del norte de África, de un Sahara verde a uno de los desiertos más grandes del mundo, ocurrió "lentamente" en vez de ser un cambio abrupto. Sin embargo, hasta ahora se pensaba justamente lo contrario, que existió un colapso rápido de la vegetación y un final repentino del periodo húmedo africano.
Para nosotros, el proceso de desaparición de las selvas y de los árboles debió de ser tan lento que permitió la adaptación morfológica y filogenética de los homínidos a su nuevo nicho ecológico, sin que se extinguiera la especie definitivamente, ya que si no fuera así, obviamente, no existiríamos. Y por otro lado debió de ser tan rápida que, al incrementar paralelamente la violencia territorial, se llegó al punto en que la posibilidad de muerte en una CTA, o de extinción de un grupo o estirpe por el genocidio de otro rival, superó a la posibilidad de muerte o extinción por causas naturales. Es a partir de este momento, en el que solo los grupos que vencían en la mayoría de los conflictos territoriales tenían más posibilidades de sobrevivir, cuando, se puede decir, comienza la verdadera evolución de la humanidad, dándose el pistoletazo de salida de la hominización, porque a partir de ahí, ya no son seleccionados caracteres naturales que lo hacen adaptarse mejor a su hábitat o ambiente natural, como sucede con el resto de los animales, sino que se seleccionan preferentemente características para lograr la victoria en las CTAs, como son todas las que han diferenciado al hombre del resto de los animales.
A partir de aquí, la evolución de los homínidos pudo convertirse en un proceso por el cual cada vez eran más guerreros, más gregarios y más inteligentes, porque en cada CTA vencían y eran seleccionados los que guerrean mejor y eran más belicosos, los que formaban un grupo más numeroso y unido, y los que eran más listos para plantear estrategias de guerra, comunicárselas a sus compañeros e inventar armas más letales que les permitiera vencer y sobrevivir en cada CTA. Mientras que los que no heredaban de sus progenitores estas ventajas “humanizantes” para el combate, tarde o temprano eran derrotados en cualquier CTA y morían sin remedio, con toda su descendencia, o simplemente, huían sin posibilidades de subsistencia.
Esta es precisamente la teoría fuerte de este trabajo o, ante la falta de pruebas irrefutables, la hipótesis de partida, si se prefiere llamar así, con la que se puede encontrar una explicación sencilla a gran cantidad de fenómenos que hasta ahora permanecían inexplicados, como más adelante veremos.
En otras palabras, si consideramos que el ritmo constante de deforestación fue tal que propició un aumento proporcional de la violencia intergrupal, hasta llegar el momento en que, en un grupo o grupos de homínidos, la presión selectiva provocada por éstas CTAs llega a ser mayor que la presión de la selección natural, podemos llegar a la conclusión que la presión selectiva ejercida por éstas CTAs ha sido la que verdaderamente ha hecho emerger todas las características únicas y exclusivas que nos distancian del reino animal, porque son precisamente estos grupos triunfadores en las CTAs los que han excluido y sustituido a todos los demás, y son los que han expandido sus genes hasta nuestros días.

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